En numerosas ocasiones tiende a confundirse a la Mediación Familiar con la terapia pero no lo es.
La terapia consiste, principalmente, en proponer una "tratamiento" para mejorar la relación de una pareja, por ejemplo; todo ello desde un punto de vista psicológico. En Mediación Familiar lo que se pretende no es "curar" a la pareja o a las partes en conflicto, sino lograr que restablezcan la comunicación y sean capaces de llegar a un acuerdo satisfactorio para todas las partes. En Mediación Familiar no sólo se da información psicológica a las partes, sino también jurídica, de modo que a la hora de llevar a cabo las decisiones se posea toda la información necesaria.
Si bien la Mediación Familiar no es terapia en si misma, sí hay que reconocerle un cierto valor terapéutico, en el sentido que las partes salen reforzadas del proceso, ya que han tenido la oportunidad de enfrentarse a su problema de un modo responsable y voluntario, lo cual repercutirá positivamente en su autoestima, reforzándole aún más la necesidad de llevar a cabo los acuerdos decididos durante el proceso de Mediación. Además, las partes son capaces de restablecer la comunicación, lo cual permitirá que la relación entre ambas sea más fluida y relajada, lo cual, obviamente, redundará en las personas que les rodean, especialmente en los y las menores, quienes vivirán de una manera menos traumática una separación o divorcio.
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